Si pudiera perderte,
declararme en estado de amnesia permanente,
dispersar tu memoria y olvidarte
donde nadie te invoque ni recuerde.
Si pudiera ir limándote los bordes
hasta empequeñecerte y elevarte
a apenas un murmullo,
saberte inofensiva, extraviar tu expediente,
olvidarte en consigna, disiparte,
donde nadie te pierda ni te encuentre.
Si pudiera descarrillar tus ojos,
urdir una coartada que te arranque
de esta absurda nostalgia que te guarda,
dejarte en un atasco, censurarte,
donarte a alguna iglesia,
donde nadie te calle ni te nombre.
Si pudiera volverte filigrana,
devolverte las dudas y certezas,
remitir tu sonrisa
ante algún tribunal inexistente,
sepultarte en apaños y remiendos,
donde nadie te afirme ni te mienta.
Si pudiera, simplemente, negarte,
tendría, para poder vivir
que averiguar la esquina
en que perdí tus pasos,
averiguar los pasos
en que extravié tu sombra,
desandar la memoria hasta encontrarte
y exhumar tus palabras y tus manos,
donde nadie te niegue ni te salve.